Llegamos a la estación de
autobuses muy pronto, sobre las seis de la tarde. En realidad se
trata de un gran descampado detrás del estadio de fútbol donde
aparcan diferentes medios de transporte. Aun faltaban tres horas para
la salida de nuestro autobús, así que tomamos asiento en uno de los
bancos de metal tras la caseta de los tiquets. Vimos cómo iba
llegando cada vez más gente, al tiempo que el sol descendía en el
horizonte y comenzaba a anochecer. Conforme la “sala de espera”
se iba llenando, llegaban más y más vendedores ambulantes que
ofrecían una gran variedad de artículos: magdalenas, plátanos,
agua, gafas, golosinas, frutos secos y hasta pasta de dientes. De
repente llegó un coche que paró frente a la caseta de los tiquets.
Desde dentro nos saludaban alegremente con la mano el señor
extranjero y su guía senegalés a los que les habíamos preguntado
el camino hacia a catedral esa misma mañana. Se acercaron a
saludarnos y nos contaron que venían a informarse sobre los horarios
de los autobuses. Nos propusieron salir con ellos todos juntos al día
siguiente, pero no pudo ser porque ya teníamos comprados los
billetes para esa misma noche. Seguimos esperando. Las horas pasaban
despacio. Un senegalés que parecía formar parte del Niokolo
Transports colocó una antigua televisión sobre una mesa alta que se
ubicaba de frente a los bancos de la sala de espera. La encendieron,
imagino que con el propósito de amenizar la espera a los clientes,
pero la luz se iba cada dos por tres y se quedaba todo a oscuras.
Llegaron tres blancos: dos mujeres y un hombre. ¡Españoles! Nos
alegramos de coincidir con ellos y fue un alivio poder hablar en
español después de un día entero pensando y hablando en inglés y
francés. Sus nombres eran Adolfo, Chus y Chiki. Estaban de turismo
por el país y se dirigían, al igual que nosotras, hacia Kedougou.
Charlamos un rato con ellos de nuestras experiencias en Senegal y al
rato la gente se empezó a movilizar por fin. Nos pusimos en una cola
inmensa para “facturar” nuestros equipajes. 1000 francos por cada
bulto guardado en el maletero del bus. Yo facturé solo la maleta de
trotamundos. El resto de los bultos llevaban posesiones valiosas y no
quería jugármela. Después de facturar esperamos un rato más. Ya
eran cerca de las nueve de la noche cuando se formó una fila de
nuevo y comenzaron a llamar a los pasajeros. “Sonia Diallo et Yaiza
Diallo”. Esas éramos nosotras. Fuimos prácticamente las primeras,
por lo que escogimos los sitios que quisimos. Por fin el bus se llenó
y arrancó. Por delante teníamos un viaje de 12 horas. Comí un
sándwich senegalés de los que habíamos comprado ese medio día. Por
dentro estaba relleno de una carne algo ternillosa, pero tenía tanta
hambre que acabé con él. Después me puse la música y traté de
dormir algo. Los recuerdos del viaje que tengo son difusos. Cada vez
que el autobús paraba en algún pueblito perdido de la mano de Dios,
fuese la hora que fuese, toda una corte de vendedores ambulantes se
agolpaba frente a las puertas de salida, ofreciendo al viajante
comidas y bebidas variadas (hacían incluso té en el momento). Sobre
las 8 de la mañana o así comenzó a amanecer al tiempo que
atravesábamos el Parque Nacional Niokolo Koba y pudimos disfrutar
del paisaje. El terreno es muy plano y está salpicado por distintas
especies de árboles africanos, además de por algunos pastos
sabanoides y arbustos bajos. En esta época, todo está bastante seco
y entre la vegetación predomina más el color amarillo que el verde.
Me ha hecho tremenda ilusión ver enormes termiteros por ahí
desperdigados, iguales que los que salen en los documentales de la
tele. Desde el autobús también he podido ver primates salvajes:
primero papiones y después monos verdes, ambas especies ubicadas en
pequeños grupos a los lados de la carretera. Eso ha sido lo mejor
del viaje.
A las nueve y media hemos
llegado por fin a Kedougou. Nos hemos bajado, hemos recogido las
maletas y hemos llamado a Lili, la coordinadora del proyecto del IJG
aquí en Senegal. Un hombre de Dindefelo se había matado en un
accidente de moto y todo el pueblo estaba conmocionado. Estaban de
luto y todo se había paralizado, por lo que nos ha sugerido pasar la
noche en Kedougou y continuar con el viaje mañana. Nos hemos
instalado en el campamento Chez Dhiao y nos han asignado una chocita
redonda con techo de palitos muy amplia para dos personas con muchas
“comodidades”: ventilador, mosquitera y baño completo. Tras
dejar las cosas en la habitación, hemos desayunado en la zona común
del campamento: una choza más grande y abierta con mesas, sillas y
sillones y una pequeña barra de bar. En uno de los extremos hay un
mercadillo permanente de artesanías africanas hechas por dos
locales. Después de desayunar bastante bien (leche en polvo con Cola
Cao que Yaiza tenía de España y pan con mantequilla y gelatina de
naranja), nos hemos echado una presiesta de tres horazas. De nuevo en
pie, hemos vuelto a la zona común y hemos comido una tortilla
francesa con patatas y cebolla muy rica. Nos han acompañado Tente y Tomás,
dos españoles que llevaban más de 10 años viniendo a Senegal y se lo conocían como la palma de su mano. Nos han contado que en Niokolo Koba aun quedan leones, hienas, hipopótamos, cocodrilos, búfalos, gacelas, perros salvajes, monos y un montón de bichos más. A ver si en el tiempo que estemos aquí podemos hacer alguna visitilla y ver algo.
A media tarde hemos salido
a la zona común en respuesta a las llamadas de nuestros compañeros
africanos. Esta vez hemos charlado con Mamadu y con Aruna. Son dos
chicos de veintitantos años que dedican su vida a hacer rutas
turísticas por la zona. Hemos salido a dar una vuelta por Kedougou
con Aruna y hemos visto el mercado, la iglesia cristiana, la plaza y
la casa de un tipo loco que tenía muchos perros y si pasabas por
delante te atacaban. Nos ha acompañado a un supermercado que tenía
de todo un poco y por fin nos hemos hecho con unas tarjetas de
recarga para el móvil. De vuelta a la choza, nos hemos dado una
ducha de agua fría (qué gustito con el calor) y hemos picado algo
de cenar. A ver cómo se presenta el día de mañana. Esperamos
llegar a Dindefelo de una vez por todas.
Qué bien , ya te has tachado tus primeros monos : -D No sé yo qué tal se llevarían mis permanentes ganas de mear y esas doce horas en autobús . . .
ResponderEliminarJajaja, no hubieses tenido problema. Hizo varias paradas. De hecho en una de ellas hice mi primer pis senegalés, pero eso no lo puse en la entrada porque quedaba feo.
ResponderEliminarContesto a este comentario y al anterior : puede que sea el único que las lee , pero eso es porque debo de ser el único que no tiene Facebook : -p Además que el esfuerzo que te tomas para escribir todo esto (aunque sé que lo bueno de los blogs es que uno escribe más a modo de diario para uno mismo que para los demás) bien merece que lo leamos ; -)
ResponderEliminar¡¡Primer pis!! ¿¿Llevabas dos días sin mear?? Eso no es sano.......
Hola Sonia, sigo tu diario de tu blog pues me dio Sandra la dirección soy el "anónimo de antes, soy Pili, la madre de Sandra y te deseo lo mejor y que sigas escribiendo para saber de ti y de tus vivencias, que podrás hacer un libro. un abrazote
ResponderEliminarHola Sonia, ya ves que tienes mas lectores. Soy el padre de Yaiza y hoy me ha contado lo de tu blog, asi que ha sido llegar a casa y buscarlo, que con el movil no lo encontraba.
ResponderEliminarCaray sabia de vuestras aventuras y desventuras. De timos y como se dice por aqui, de pagar las novatadas, pero es que leyendote, es como si estuviera con vosotras. Otra manera mas de saber de vosotras.
Un abrazo y disfrutar de vuestras aventuras-desventuras
Claro que tienes más lectores de los que tú crees. Muy divertido. Escribes con claridad y sencillez como si fuera una novela.
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