Después de más de un mes en mi nevera, el otro día saqué la tarrina de lombrices de Jabba y descubrí, para mi sorpresa, que de lo que pensé en un primer momento que eran huevos nacieron unas pequeñas lombricillas. Tiempo atrás pillé a un par de sus papás queriéndose (de una forma muy desagradable), pero nunca creí que en una tarrina minúscula metida en el frío refrigerador fueran a nacer los frutos de su amor.
Pero aquí están los pocos supervivientes (es posible que nazcan unos cuantos más, aun quedan huevitos en la tarrina), sobre la tapa de su precaria casa arriba y en el interior de su nuevo hogar abajo. Espero que me vigoricen un poco a la pobre planta...
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